El devenir arrasador de un movimiento que estaba cocinándose desde el mismo inicio de la existencia, tuvo su mayor auge en los años 60´s.
Es a partir de ese momento en donde comienzan a surgir ideas aparentemente liberadoras respecto a la sublevación y la “emancipación del género femenino”. Si bien es cierto; la desventaja; lo injusto; la inequidad estuvieron y siguen estando marcadas en la presencia cultural del entorno femenino, hoy las cosas han tomado un rumbo diferente, se han creado movimientos en los que la principal consigna es recobrar el respeto y el trato equitativo para la mujer.
A diferencia de lo que se pudiera pensar, el tomar el movimiento feminista como una vanguardia, como una lucha solidaria y necesaria, nos ha revelado que el camino se ha encargado de conducirnos por vías que evidentemente no son del todo apropiadas, el mismo sistema identifica la potencia de un fuerza de resistencia y se encarga de retomarla, suavizar y acomodar todo un escenario para construir una obra elaborada por los mismos represores.
Dicho de otra manera el feminismo (incluso el feminismo radical) ha sido absorbido por el aparato cultural, actualmente se aparentan movimientos de lucha por la igualdad de géneros pero son como una epidemia que se expande hasta el último rincón existente de este planeta.
Nos venden comerciales, asociaciones, organizaciones legales para velar por los derechos de las mujeres, incluso dentro de los movimientos subversivos. En los grupos que se encuentran “fuera” del sistema se crean colectivos con ideología feminista (hasta anarquistas) en donde parte de su organización incluye: conformar un grupo de trabajo integrado solo por mujeres, hacen revistas, congresos, entre otras actividades.
Esta tendencia feminista, nace del orgullo; de las propias vivencia de un ser violentado y surge como reacción a situaciones indebidas y evidentemente relacionadas con el poder.
El discurso feminista emplea términos en los que incluyen los conceptos de igualdad o equidad, se colectiviza de manera segmentada una red que anula cualquier sesgo de identidad, pierde la intimidad de ser.
Esto resulta contradictorio a medida de que movimientos como el feminismo buscan insistentemente conseguir un respeto una valoración a lo que representa su ser, pero lo hacen esperando la aprobación de ciertos sectores que representan el poder. Es contradictorio porque se pide respeto como persona, como ser, como un sujeto único; con identidad, pero operan por medio de discursos que se encuentran fuera de los límites que dan sentido al ser a tener una identidad. Sin si quiera sospechar se encargan de construirse categorías; se encasillan, y no se dan cuenta que parte de la dominación maniobra categorizando; catalogando.
Los discursos, al igual que los silencios, no están de una vez por todas sometidas al poder o levantados contra él. Hay que admitir un juego complejo e inestable donde el discurso puede, a la vez, ser instrumento y efecto de poder, pero también obstáculo, tope, punto de resistencia y de partida para una estrategia opuesta ( Foucault 1997:123).
Las nuevas tendencias y el aparato mediático se han encargado de vendernos discursos sobre los derechos de la mujer, la reivindicación de su papel en la sociedad, pero estos disertaciones están construidas a su manera y antojo. No olvidemos que somos una generación esclava de los medios de comunicación y los aparatos de poder utilizan los medios para generar una tesis y respecto al pensamiento de Foucault los discursos del poder se mezclan con el poder del discurso, este mismo es utilizado en este caso para la dispersión para formar un canon, y a mi punto de vista un feminismo que puede ser comparable con las tendencias machistas, es decir: ¿Por qué trabajar por un género? ¿Por qué hacer una separación? Existen sujetos sexuales: hombre y mujer pero ese mismo pensamiento nos incita a perder el sentido de la individualidad de crear conceptos de perder la característica individual que nos convierte en sujeto.
Nos invita a pensar en ideas morales, a las separaciones que han marcado la historia de nuestra existencia; los conceptos morales; lo bueno y lo malo; lo cierto y lo falso; Hombre y mujer, dogmatizan por medio de discursos hasta lo que se encuentra fuera de ellos, se olvidan de las identidades múltiples, creación de lo innegable y evidentemente relacionado con lo real y lo falso.
Independientemente de todo lo expuesto con anterioridad, la idea no es entrar en discusión sobre si algo es verdadero o no, en tal caso ¿Quién soy yo para definirlo? O ¿Quién eres tú para aprobarlo?
Damos por hecho que las cosas siempre han existido por sí mismas pero para que cada una de los objetos, humanos o inanimados adquieran sentido, se necesita de un contexto, de una interpretación, del mismo lenguaje.
Los seres humanos tenemos la mala costumbre de llamar las cosas por su nombre, de crearnos un concepto, aceptarlo tal y como aparentemente es.
Nada existe por sí mismo, la identidad femenina que coexiste hoy en realidad nunca existió por sí misma, se formó de acuerdo a los intereses y las necesidades de determinado momento de la historia. Los malos hábitos se acuñan fácilmente, y el poder es un mal hábito que hasta hoy se ha visto reflejado en algunos sectores de individuos que incluyen dentro de segmentos a los que llaman “discriminados”.
Las posturas feministas han emergido como un movimiento que busca la libertad, pero una libertad como una cosa independiente, fuera de los esquemas del poder, pero aun no concibe que el sujeto en este caso la mujer que lucha por respeto; por su propia identidad, tiene que actuar por sí misma, desde la poca libertad que la mantiene, no a través de discursos que están fuera de su límite de libertad.
Nadie me representa, sólo yo misma.
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